Latam
01 /11 / 2018

La era de los arquitectos estrella toca a su fin: llegan los dream teams

El trabajo en equipo es una parte primordial del éxito en la arquitectura.

Por Taz Khatri para Redshift

La arquitectura siempre ha estado considerada fruto del esfuerzo exclusivo de un renombrado arquitecto director.
 
Se suele ver a los nombres célebres de la arquitectura —Frank Lloyd Wright, Ludwig Mies van der Rohe, Le Corbusier y, más recientemente, Rem Koolhaas, la difunta Zaha Hadid, Frank Gehry y Rafael Moneo— como únicos responsables de sus creaciones más emblemáticas. Menos conocidos son los empleados de sus estudios, si bien sin duda fueron de crítica importancia a la hora de hacer realidad estas visiones.
 
Sirva como ejemplo el prestigioso Premio Pritzker. De los 40 galardonados desde la creación del premio en 1979, 37 han sido arquitectos individuales. El infatigable dúo formado por Jacques Herzog y Pierre de Meuron rompió por primera vez este patrón en 2001. En 2010 los galardonados Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa fueron otro equipo ganador.
 
El 1 de marzo se anunció el Pritzker 2017 y, con él, el primer equipo de tres en ganar el premio: Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramon Vilalta de RCR Arquitectos, con estudio en Cataluña. Es más, la comunicación del jurado alaba la naturaleza colaborativa como integral a la calidad de la labor de RCR: “El proceso que han desarrollado es una auténtica colaboración en la que ni las partes ni el conjunto del proyecto pueden atribuirse a uno u otro socio. Su enfoque creativo es una constante entremezcla de ideas y un diálogo continuo”.
 
En realidad, la arquitectura siempre ha sido en esencia una labor colectiva. Martha Thorne, directora ejecutiva del Pritzker y decana del IE School of Architecture and Design, así lo afirma: “Cualquier edificio siempre ha necesitado de mucha gente aparte del arquitecto para poder realizarse: el cliente, el maestro artesano, los obreros. Hoy día, los edificios requieren consultores, directores de proyecto, directores de obra y contratistas, entre otros, para llegar a buen puerto”.
 
Cathleen McGuigan, editora jefe de Architectural Record, coincide en que el trabajo en equipo es una parte primordial del éxito en la arquitectura: “Las grandes obras de arquitectura son como las películas: está el director, que probablemente tenga muy claro lo que quiere, y mucha, mucha gente que sale en los créditos y sin la cual sería imposible completar el proyecto”.
 
La arquitectura está cambiando, y así lo hacen los temas que trata Architectural Record. “La arquitectura ha cambiado y Record también”, explica McGuigan. “No hay duda de que últimamente nos hemos centrado más en la arquitectura del contexto urbano y en la colaboración entre disciplinas”.
 
También la forma en la que se enseña la arquitectura está volviéndose un proceso más colaborativo. Para los arquitectos, el culto a un genio glorificado comienza en la clase. Thorne dice: “Muchas escuelas siguen aún el modelo Beaux-Arts del siglo XIX, en el que los estudiantes se sientan en la mesa a esperar una crítica con un profesor caso por caso. Pero ahora hay métodos nuevos, más colaborativos, que se utilizan en los talleres, según los cuales los estudiantes trabajan en proyectos en grupos multidisciplinares. Las críticas no son solo de profesor a estudiante, sino también de estudiantes a otros estudiantes, de estudiantes a profesores y de múltiples profesores a grupos de estudiantes”.
 
Este cambio en el modo en el que se enseña la arquitectura refleja mejor el mundo real. “Estamos enseñando a los alumnos a que aprendan a escuchar distintas voces, a entenderlas e incorporarlas de un modo útil”, añade Thorne.
 
Cuando hasta el Pritzker, el premio más tradicional y codiciado de la arquitectura, refleja esta evolución, conviene prestar atención y explorar las causas subyacentes. La globalización y las nuevas tecnologías son dos factores que están impulsando la práctica de la arquitectura hacia el reino de lo colaborativo (con el apoyo de herramientas como A360 de Autodesk).
 
Thorne explica: “El modelo de colaboración en la arquitectura es más importante ahora que antes. Esto se debe en parte a que el flujo de información es mucho mayor. Casi no existen barreras para la colaboración, aun entre personas que están en diferentes partes del mundo. Y con nuevas tecnologías como BIM, la información entre el arquitecto, el ingeniero y el contratista está menos segmentada”.
 
Aunque McGuigan admite que en general se hace un mayor énfasis en la naturaleza colaborativa de la arquitectura, no está tan segura de declararlo un fenómeno de todo o nada. Según ella, la arquitectura puede ser una danza entre el trabajo colaborativo en equipo y un único visionario creativo.
 
Y continúa: “Creo que la idea del ‘genio único’ está desfasada, por mucho que haya estudios de gran éxito que aún operan bajo la dirección de una sola persona con una visión muy potente. Cada proyecto merece que se lo aborde según sus propias características, y hay muchísimos factores que han de considerarse al decidir, en términos críticos, lo que este representa. Ni los arquitectos individuales más prestigiosos pueden llevar a cabo grandes proyectos altamente complejos sin un equipo; sí pueden no obstante supervisar los parámetros del diseño y su evolución”.
 
McGuigan sí cree que la colaboración juega un papel cada vez más central en la arquitectura a medida que emergen estudios más jóvenes: “Creo que la colaboración nunca ha sido tan importante como ahora, y la idea del ‘genio único’ es mucho menos frecuente en los estudios jóvenes que empiezan a surgir. Sí que hay precedentes en el legado de estudios como Skidmore, Owings & Merrill, en el ámbito estadounidense. Ya no hay Skidmores, Owings, ni Merrills en los nuevos estudios, que sin duda realizan un trabajo excelente con directores de proyecto de los que el público nunca ha oído hablar”.
 
Sin embargo, como con otras disciplinas creativas, persiste una mitología alrededor del maestro solitario. El crítico de arquitectura Edwin Heathcote, en su artículo para el Financial Times titulado “Age of the Starchitect” (“La era del arquitecto estrella”), declaraba: “La arquitectura moderna es la historia del arquitecto estrella como un genio solitario, el esplendor del boceto en una servilleta, el famoso, el renombre mundial”. Pero a medida que cambian la docencia y el ejercicio de la arquitectura, el foco va dirigiéndose cada vez más hacia lo que hay entre bastidores, iluminando un arte verdaderamente colaborativo.